domingo, 20 de septiembre de 2009

LOS DOGMAS DEL RELATIVISMO.

Ando lejos de pretender justificar los abusos y barbaridades que se han cometido, o se comenten, en nombre de diferentes divinidades. Pero, por desgracia, muchos de quienes hoy denuncian con rabia y odio la irracionalidad de las religiones, incurren en mostrencas torsiones de la razón y fanatismos varios. El relativismo epistémico y moral es ubérrimo manantial de irracionalidades sin cuento. Si el lector desea ilustrarse sobre ello, le recomiendo la lectura de “Imposturas Intelectuales”, de Sokal y Bricmont, trabajo éste que, por maniobra insuperable de la insomne ironía, es el libro de cabecera de los relativistas autóctonos. Es decir, que éstos ignoran que las justas críticas de Sokal y Bricmont van dirigidas, precisamente, a ellos.

De las necedades y absurdos de la ideología posmoderna, nutrida con las ubres del relativismo, el positivismo y el escepticismo cartesiano, podrían escribirse incontables y robustos infolios. Bastantes de ellos para describir, por ejemplo, los disparates de reverenciadas líderes del feminismo de género. Verbigracia, las de Lucien Irigaray, quien nos dice que la ciencia es machista, basando esta acusación en que los aparatos de observación están construidos con forma de falo: telescopios, microscopios, etc. Quizá a ella se le ocurra la manera de atisbar estrellas con anteojos en forma de vagina. Y supongo que las escobas también, por su oblonga forma, pueden considerarse instrumentos fálicos del poder patriarcal. De estos nidos de primorosas sandeces han medrado polluelas como Bibiana Aído y las consabidas leyes hembristas que tantas injusticias y sufrimiento están provocando en gran parte de la sociedad (mujeres y niños incluidos).

De las locuras en materia de educación no hablaré aquí, pues mucho he hablado ya (y hablaré en otro momento). Ni de las que asolan el mundillo del arte y la moda, ni de los desvaríos nacionalistas ni, en fin, de tantos y tantos engendros ideológicos que nada tienen que ver con la religión. Sin embargo, la progresía atea no se preocupa de las injusticias políticas que más aflicciones causan, pues ella misma las produce en cantidades industriales, sino que su casi único desvelo consiste, como señalaba aquí un inteligente Anónimo, en denunciar los dogmas católicos, cuyo influjo real es, en nuestro país, prácticamente nulo.

Muchos de estos ateos furibundos jamás llevarían a sus hijos a una escuela en que se impartiera tesis creacionistas; sin embargo, aplauden las escuelas en las que el subjetivismo radical auspicia recios dogmas. Veamos algunos de estos dogmas:

- No se puede aseverar con absoluta seguridad que 2+2 son 4.
- En el universo puede haber seres que utilicen diferentes lógicas, de tal manera que 2 y 2 no sean 4.
- No hay cosas auto-evidentes, axiomas, como que A=A. Sepa, pues, el lector lo siguiente: usted no es igual a usted.
- No se puede estar absolutamente seguro de nada. Alguno de los más conspicuos apóstoles del relativismo afirma, por ejemplo, no estar seguro de si tiene 2 ó más brazos.
- Quienes mutilan el clítoris de las niñas no están equivocados, pues cada cual tiene su moral, ni mejor ni peor que la nuestra (la occidental).
- La moral no es más que adhesión acrítica a los valores trasmitidos por el entorno cultural y los instintos. Es decir, que no hay razones para oponerse al crimen, sino sólo gustos morales y culturales. En otras palabras, el relativismo enseña a los niños a conducirse en la vida sin dar razones de los actos propios: bastará con alegar gustos personales.
- La ciencia no es más que un cúmulo de convenciones, es decir, arbitrariedades susceptibles de ser sustituidas por otras arbitrariedades. O sea, que no es que, por ejemplo, la Tierra gire inequívocamente alrededor del Sol, sino que los científicos han acordado entre ellos que la Tierra gira alrededor del Sol.
- El relativista sostiene que es posible que no exista nadie más que él, siendo el mundo una ilusión creada por un geniecillo o dios cartesiano (solipsismo: la religión del “ateo” posmoderno).
- El relativista, epígono de Hume, sostiene que nunca estaremos completamente seguros de que pasar una apisonadora por encima de un caracol causará la muerte del caracol. Es decir, niega que en el mundo haya causas y efectos: niega la ciencia.

Esto es lo que da de sí la “razón” nihilista de la posmodernidad. No se agota aquí el listado de locuras relativistas, cuya trascendencia pública es aquí, y en estos momentos, mucho mayor que la que pueda tener cualesquiera otras creencias. Sin embargo, los desvaríos dogmáticos de la corrección política gozan de total impunidad. Al menos de momento.

2 comentarios:

  1. Yo siempre he tenido la teoría de que los relativistas y todas sus variantes, en realidad lo que son es lo que anteriormente se llamaba "libertinos", su reconversión no ha sido más que una cuestión nominal. Algunos de ellos (los más recalcitrantes) dirán que siguen tal o cual moral relativista, cuando la verdad es que no siguen moral alguna, más que la de sus propias apetencias. Proceden de manera contraria a la de los seres morales: primero hacen lo que les viene en gana, y luego se montan una teoría (según ellos racional) para justificar sus actos. El problema (para los demás, claro, no para ellos) es que a la postre, en la definición "racional" caben tantas cosas como en la de "superstición", que ellos tanto abominan (con la boca pequeña, claro) porque solo hay que buscar un razonamiento demagógico lo suficientemente sofisticado como para marear la perdiz y justificar sus actos. La razón suele dar mucho más de sí que lo que a primera vista puede parecer, y entrando por los recovecos de la lógica (mal entendida, evidentemente) se puede engañar a la suficiente cantidad de incautos como para poder continuar haciendo lo que les sale.
    Afortunadamente aún queda gente que no se traga sus patrañas.

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  2. Te contesto en la nueva entrada. Gracias.

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