lunes, 22 de febrero de 2010

RELATIVISMO Y MERCADO

No deja de ser una hilarante ironía que el igualitarismo/relativismo, orgullo de la armada progresista, sea la caja de pandora de cualquier programa izquierdista serio. Pues, en realidad, el relativismo presta impagable servicio a la maquinaria del consumo desaforado. Si algo necesitaban los grandes mercaderes de este mundo es que el relativismo penetrara en las conciencias de la ciudadanía. El más caro trofeo para la posmodernidad es la conquista de la “libertad” política a través del igualitarismo (“Nadie hay por encima de mí”) y el relativismo (“mi opinión vale tanto como la de cualquiera”). En apariencia, el hombre posmoderno queda redimido de sujeciones espurias o subyugantes, libre de autoridades absolutistas. La posmodernidad es el gran momento de la subjetividad excarcelada. Es decir, de que cada cual organice su vida a su manera, ajeno a preceptos, normas y reglas mayoritarios, comunes o racionales. Han desaparecido, en efecto, las etiquetas, los protocolos, las prédicas ecuménicas sobre el bien y el mal, el gusto universal sobre lo bello y lo feo… Dicho de otra manera: se ha desvanecido el sentido común. ¿Merecen los excrementos de elefante mostrarse en las salas de arte? Hace unas décadas –pero ya bastantes- se hubiera dado una respuesta común: “No, qué ocurrencia, no lo merecen”. Hoy, como vemos, no está claro: unos dirán que sí y otros que no. ¿Está bien o mal mutilar el clítoris de una niña? Otrora, esta pregunta, hubiese recibido una respuesta unánime, común: eso está mal. Hoy, el relativismo imperante ha abierto el abanico de respuestas: “depende, quizá, para los de aquellas sociedades africanas sí…”

Y he aquí, en esta inopinada variedad de opiniones, en esta desaforada y demencial liberación de las subjetividades cautivas por el sentido común de la destronada modernidad, he aquí, digo, donde el mercado encuentra ocasión para diversificar sus productos hasta límites inimaginables. ¿Quién se iba a imaginar antes de semejante liberación que los excrementos pudieran llegar a ser objetos de arte sometidos a pública subasta? ¿Quién hubiera imaginado en los viejos tiempos del sentido común que llegaría el día en que los fabricantes de pantalones fabricaran, de ex profeso, pantalones raídos y rotos por cualquier parte? La desaparición del sentido común favorece la penetración y diversificación del mercado: ahora, cada persona/cliente merecerá una atención personalizada del vendedor, cada producto podrá ser “tuneado” a gusto del consumidor, la oferta de servicios será una combinación hecha y pensada a medida del comprador.

El relativismo, al fin, es el mejor aliado del mercado y el consumismo desaforado; y por más que las huestes de la progresía lo presenten en sociedad como el pináculo de las liberadoras conquistas políticas y sociales de la izquierda (piji-progre), lo cierto es que, a la postre, ese relativismo no es otra cosa que el más rendido fámulo del mercado.

El totalitarismo asoma el hocico tras la esquina. El triunfo de la subjetividad frente al sentido común aboca a un conflicto de anomia cuyo remate es el despotismo de los más fuertes, en el sentido más primitivo y brutal de la expresión.

22 comentarios:

  1. A veces creo que vamos de cabeza hacia un nuevo totalitarismo. Una especie de neofascismo del capital y el igualitarismo. No fascista al estilo del fascismo ideológico, pero sí usando sus métodos de exaltación de la fuerza y del pueblo unido en un destino.
    No puedo concretar más porque lo tengo en abstracto en mi mente.

    Raus: he cambiado de navegador y ya me permite escribir. Misterios de la informática...

    Un saludo.

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  2. Me alegro de que ya pueda comentar aquí, Desclasado.

    Ahí está el punto, el capital y el igualitarismo se favorecen mutuamente. El igualitarismo precede al distanciamiento mutuo de los ciudadanos. Se basa en el principio de que nadie es menos que nadie en nada. Armoniza a la perfección con el relativismo, que nos viene a decir que no hay verdades absolutas, sino que cada cual tiene “su” verdad. Igualitarismo y relativismo se complementan y alimentan mutuamente. Los ciudadanos tienden a desatenderse unos de otros. Por eso la posmodernidad se caracteriza por la falta de compromiso social. Cada cual va a la suya. Se trata de una exacerbación de la vanidad. La libertad (la sensación de libertad) se consigue “marcando el territorio” y confeccionando para la galería una forma de ser “propia”, “única”. No hablo de otra cosa que de individualismo. En USA, por ejemplo, hay una extraña combinación de tribalismo e individualismo, a la cual también nosotros estamos abocados.

    Y esta situación la aprovecha el mercado, al tiempo que la fortalece: “Si cada ciudadano es diferente y quiere sentirse diferente a los demás, perfecto: hay que diversificar la oferta, diseñar más productos diferentes, satisfacer cualquier antojo. Así, todo el mundo conseguirá transmitir “su” propia imagen social.” En efecto, hasta lo más inverosímil, se comercializa. Lo importante es sentirse único, especial. Las casas comerciales tienden prestar “servicios personalizados” para explotar la vena subjetivista del ciudadano posmoderno. No en vano la palabra “lujoso/a” ha sido (macarrónicamente) sustituida por la palabra “exclusivo/a”, pues lo importante no es ya la cualidad preciosa del objeto o servicio, sino el hecho de que “sólo” lo pueden disfrutar unos cuantos afortunados. Lo importante es “excluir” de una determinada experiencia placentera al otro. Es así como hoy el ciudadano se siente bien, importante. La gracia de vestir un abrigo de visón, conducir un coche de alta gama o comer en un restaurante de cinco estrellas no reside sólo en el disfrute anejo a esos actos, sino en saber que el resto de los mortales están excluidos de esas experiencias placenteras. Nada tiene de extraño, entonces, que las estrellas del cine o del porno sean recibidas por el público como dioses adorables. Una mezcla de envida y admiración arranca el aplauso del respetable. Cuanto más exclusiva sea una experiencia, cuantas más personas se queden relamiéndose, tanto mejor.

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  3. La imitación borreguil está siempre presente, pero se trata de imitar a personas cuya riqueza y fama “marcan tendencia” y establecen modas. Aquéllas que pueden suscitar envidias. Ir a la última te condena, inevitablemente, a ir como van los demás, pero es el precio que hay que pagar si no se quiere pasar por excluido social; pasar por alguien que no tiene recursos materiales para cambiar de atuendo cada poco tiempo, ni poder imitar a los personajes famosos en sus caprichos y extravagancias.

    El relativismo diluye el “sentido común” y el “sentir común” en el matraz del subjetivismo. En la medida en que el relativista no se debe al orden racional de las cosas, a lo objetivo del mundo, cualquier parecer, gusto y opinión será, por más absurdo que sea, merecedor de respeto; mejor dicho de tolerancia. Al otro ya no se le puede entender, sino simplemente aceptar o, peor, tolerar. De ahí que se preste el micrófono a cualquier pelagatos que no sepa hacer una “o” con un canuto. Abundan y se multiplican, entonces, las conductas más dispares e incívicas. No hay una verdad, sino que cada cual tiene la suya. Entonces, ¿quién lleva razón? ¿Los chavales que hacen el botellón sin importarles las molestias causadas a los vecinos o éstos cuando se quejan al Ayuntamiento? ¿El vecino que pone la música a tope o el que le pide que la baje? ¿El alumno que no para de incordiar e intimidar o los compañeros que lo denuncian? ¿Quiénes piden que se les respete su afición a los toros o quienes los acusan de maltratar y torturar al animal? ¿El que se defiende de un asaltante o el asaltante? ¿Tiene más derecho al trabajo aquél alumno rico y brillante que aquel alumno pobre y poco inteligente? ¿Es más merecedor de ese puesto de trabajo un hombre o una mujer? ¿Tiene derecho el vidente a montar su tenderete y jugar con la esperanza de sus incautos clientes? ¿Tienen derecho a pedir un caro rescate aquéllos que, temerariamente, se aventuran a escalar peligrosas montañas?... Se nos ha erizado el mundo de derechos. Unos colisionan con otros, enquistándose y agudizándose los conflictos. ¿Qué derechos deben prevalecer, cuál debe ser la escala de valores a observar? Estas preguntas son muy difíciles de responder para una sociedad que se rige por principios relativistas e igualitaristas.

    Muy lejos estamos de vivir en una democracia racional. Al contrario, la arbitrariedad y la irracionalidad demagógicas campan por sus respetos, y el espacio público se colma de leyes y prácticas leoninas. Desconfía de las sociedades que se precian mucho de ser democráticas: no permitirán que nadie lo dude.

    Saludos.

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  4. Raus, tiene este tema bastante más concretado que yo.

    Un esquema sencillo para mí es el siguiente:

    Mundo racional sin pérdida de valores:

    Un cojo tiene una carencia. No es igual a mí que no soy cojo. Es nuestro deber como humanidad ayudar al cojo porque es menos-válido.

    Mundo igualitarista que enmascarándose de falsos valores, lo que hace es perderlos todos:

    Un cojo es igual a mí, incluso mejor, porque todo lo minoritario es mejor que lo natural. El cojo no es menos-válido, eso es un insulto y una ofensa, posiblemente el minusválido sea yo al no apreciar las ventajas de ser cojo.
    La realidad se impone y al no aceptar la minusvalía del cojo, tarde o temprano saldrá perdiendo el cojo; al fin y al cabo yo tengo 2 piernas y él no. Pero hasta que la realidad se imponga, nos habrán dado bien por saco al colocar al cojo de monitor de atletismo en detrimento de mí, que estoy en plena forma.

    El igualitarismo histérico, no puede ser de otra forma, siempre iguala a la baja. Una humanidad constantemente a la baja no puede acabar bien.

    Pero esto tan sencillo que si se lo explico a mi sobrina de 7 años lo capta rápido, resulta que no se puede decir porque es discriminación del cojo. Decir que hay que ayudar a los menos válidos, pero jamás darlos por más válidos, es políticamente incorrecto. No puede acabar bien esto...

    Saludos.

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  5. Sí, de acuerdo, Desclasado. De hecho, conozco algùn ejemplo de esto que explica. Una niña con síndrome de Dow. Su madre y su hermana mayor le enseñan a ir en bicicleta, porque ella es como las demás niñas, es "normal". Milagrosamente la niña salvó la vida durante varios veranos, pues una cosa es mantenerse en equilibrio y otra, muy distinta, saber ir en bici por la calzada, aunque se trate de la calle de un pueblo pequeño, como el mío. Después de varios sustos, alquien tuvo la caridad y el valor de decirle a su madre que la niña iba sembrando el pánico cada vez que cogía la bicicleta. En otra ocasión, esta misma chica subió al púlpito en hora de misa, empujada por su madre. Y "leyó" unas frases de la biblia. Después de veinte tropiezos y cuarenta parones, la cría, abrumada por la situación, rompió a llorar.
    La incapacidad de algunas personas para aceptar la realidad, acarrea sufrimientos innecesarios. Una cosa es tener escondido al niño con alguna deficiencia y otra pretender, contra toda evidencia, que ese niño puede hacer cualquier cosa. Humanidad, sí, por favor, pero sin perder el sentido común. Si es posible.

    Saludos.

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  6. Pues una entrada con la que estoy totalmente de acuerdo, de nuevo.

    Ya he dejado caer la idea por aquí varias veces, pero como el tema es precisamente este, viene a cuento repetirla:

    Tengo la sospecha, o casi la convicción que el relativismo en todas sus vertientes es la madre del cordero de todas las especulaciones financieras, económicas e inmobiliarias. El relativismo pone a huevo el especular con cualquier bien "económico". Y lo entrecomillo, porque lo que hace el relativismo es precisamente deseconomizar cualquier bien que se le ponga por delante. En la facultad me enseñaron que la economía es la ciencia que estudia los bienes escasos. Hasta ahí, todo es bastante lógico, y los bienes deberían en principio valorarse según su escasez. Pero vino el relativismo, y el mismo concepto de "valor" se relativizó. Con lo cual...¿qué valen las cosas? Pues según el relativismo, es imposible saberlo. ¿Por qué? Precisamente, porque todo es relativo, incluidos los precios de las cosas. ¿Por qué habría que valorar las cosas según su escasez? Además...pensándolo bien ¿qué es la escasez? ¿Por qué no vender un lienzo en blanco por 10 millones de dólares? Total...si las cosas valen lo que la gente piensa que valen, sin basarse en ningún criterio objetivo. ¿Cuánto cuesta un jugador de fútbol? Digamos que 40 millones de euros la temporada. Pero...¿por qué 40...mejor 80, no?
    Esto que parece un chiste, lo peor de todo es que es la cruda realidad económica del día a día. Lo vemos en los vaivenes de la bolsa, en las tasaciones inmobiliarias, en las galerías de arte, en la "contabilidad creativa", en los salarios de los trabajadores...En fin, el disparate se ha ido extendiendo y...¡casualidad! ¡estamos en plena crisis económica! y...¡casualidad! la España progre es la que más lo está sufriendo en Europa!
    Es realmente divertido como por ejemplo, una ley relativamente reciente, como el nuevo Plan General de Contabilidad, ha empezado a hacer esfuerzos casi cómicos por intentar poner un poco de orden en los criterios de valoración. Se ha inventado algo llamado "valor razonable" de los bienes (algo que por cierto, no existía en el antiguo plan). Es como si la propia ley haya empezado a admitir que las normas que se seguían hasta ahora, eran una pura sinrazón, y se ha visto en la obligación de desfacer el entuerto.
    Es curioso como el lenguaje crea a veces este tipo de coincidencias. Se habla de "crisis de valores". Y es cierto, el propio valor de las cosas o la forma de valorarlas (o tal vez debería decir de desvalorarlas) nos ha metido en una crisis económica de las más profundas del siglo.
    Habrá que ver como salimos de esta.

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  7. Sí, cualquier ámbito de nuestra civilización ha sido tomado por las hordas relativistas, tambén la economía y el mercado. Fíjate que las arbitrariedades e injusticias de este mundo vienen siempre por el lado de la subjetividad desmadrada. Los reyes tiranos fijaban el valor de la vida de sus súbditos o de sus enemigos en función de sus tirrias, gustos y disgustos. Cuando se prohíbe la posibilidad de establecer un cálculo racional y objetivo sobre el valor de algo, el desastre y la locura están servidos. Tomo prestado un párrafo del blog del amigo Desclasado:
    “Empezaremos con mis amigas, las feminazis oficialistas, que hoy están que se salen. La ministra de igual-da, la Bibiana, que es un crack la miembra, ha repartido entre sus amiguitas, vía ayudas para "proyectos relacionados con estudios feministas, de las mujeres y del género", la friolera de 845.000 €. El total de proyectos que se han repartido los billetes calentitos son 22 y, ¡oh, sorpresa! 21 ha correspondido a mujeres y 1 a un hombre.”
    Esta tremenda injusticia es debida a que el valor de esos estudios feministas no está sujeto a controles objetivos. Y observa en qué consistirá uno de estos caros proyectos: “Mapa de excitación sexual del clítoris y los labios menores; aplicación en genitoplastia.” Con la que está cayendo y nuestras señoras feministas pensando en hacer mapas sobre excitación vaginal. Esto es sencillamente de locos.
    ¿Y a esta sinrazón cómo se llega? Se llega a base de ir arrinconando criterios de validación y valoración objetivos, a base de afirmar cosas sin tener que demostrar la veracidad de lo que se afirma. Observen que el mundo se nos está plagando de cantamañanas y vividores:
    - Cada día hay más videntes, astrólogos, echadores de cartas, etc.
    - Las sectas religiosas tienen creciente poder (mucho, por ejemplo, en Estados Unidos, reino del relativismo y el victimismo, aunque le estamos echando la delantera).
    - La misma filosofía está en gran parte ocupada por charlatanes (Sokal y Bricmont los desenmascararon en su “Imposturas Intelectuales”).
    - La curiosidad científica está en claro retroceso. Cada vez hay menos alumnos interesados por las carreras científicas, pues, entre otras cosas, cada día interesa menos el conocimiento y el saber reales. Es posible encontrar una cantidad inmensa de investigaciones “científicas” de escaso o nulo valor.
    Sigue...

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  8. - El arte lleva años dando tumbos, moribundo, precisamente porque una interminable turba de “artistas” relativistas ha ocupado el trono.
    - En educación, tres cuartos de lo mismo: una caterva de pedagogos insensatos (relativistas) lleva lustros lanzando mensajes ridículos que nadie se ha preocupado en comprobar.
    - Las pasarelas de moda se han plagado de estrambóticos diseñadores de moda que diseñan, en muchas ocasiones, vestidos inútiles y ridículos, cuyo valor real no se ha puesto a prueba. Ha bastado con que a un cantamañanas le haya parecido que valía. Etc.

    Estamos a las puertas de nuestro propio ocaso. Pedir la demostración objetiva de una afirmación es dar por supuesto que existe una verdad (o una visión racional) sobre la cuestión de que trate aquella afirmación. Una verdad, no infinitas “verdades”. Entonces, pedir esa demostración supone un atentado de lesa majestad contra el imperio del subjetivismo: contra el relativismo. Hoy, por ejemplo, sonaría “reaccionario” pedirle explicaciones y pruebas a las feministas. Simplemente se da por bueno cualquier cosa que ellas digan o valoren. Punto. Sería un “atentado” contra la libertad, negar el valor de esas “obras de arte” que llenan las salas de arte contemporáneo, tipo Arco…
    Todas estas pamplinas se acabarían desmontando si el relativismo fuera cediendo su devastador poder. Bastaría con pedir pruebas públicas sobre la utilidad o veracidad de ciertos discursos o producciones. Entonces, de repente, veríamos todos que el rey iba desnudo. Yo llevo ya mucho viéndolo desnudo, y no es un desnudo muy bonito que digamos. El todo vale posmoderno se nos ha ido colando en las salas de arte, en las oficinas de economía, en los tribunales de justicia, en las escuelas, en los hogares, en los laboratorios de ciencia, en los centros filosóficos… Ese “todo vale” es, cómo no, el mejor aliado del igualitarismo, siempre preocupado de que los menos dotados de la clase destaquen respecto de los más dotados.

    Saludos.

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  9. Sí, pero a veces se me viene a la cabeza una idea, consecuencia de todo ello y que también he dejado caer por aquí.
    Y el resultado en la sociedad de lo que voy a decir, puede que estemos empezando a verlo ya.
    Me refiero a que cuando el relativismo se desarma, y cae por su propio peso (algo que puede llegar a pasar, solo hay que darle tal vez un poco de tiempo al tiempo), cuando ese relativismo caiga, digo, el siguiente peligro que corremos es que la sociedad se de cuenta de la mentira, y entonces impere el "sálvese quien pueda".
    El efecto, por hacer una analogía gráfica, podría ser como cuando digamos, en una enorme concentración de gente (un evento deportivo, un concierto) la gente en principio se siente segura. Pero de repente, alguien grita en medio de todo el mundo: ¡tiene una bomba!. Y esa seguridad se desvanece en un segundo, y empieza el pánico.

    Sinceramente, no estoy capacitado para saber si esa sería la reacción de la mayoría, o tal vez todo dependa de la sociedad y del ritmo al que se sucedan los cambios. Pero cuando las bases ideológicas de una civilización entera se tambalean, no sé lo que puede esperarse que suceda.

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  10. Estoy como tú, no sé qué podría llegar a pasar en ese caso. Lo que yo me temo es que la reacción de los que se dan cuenta de lo que está pasando no pueda evitar el desmoronamiento de la civilización. El relativismo es la negación del pensamiento. Pensar viene de "pesar", de sopesar las cosas. Para el relativismo todas las ideas valen y "pesan" lo mismo, por tanto, el relativismo es la negación del propio acto de pensar. Si esto sigue así, lo previsible es un recrudecimiento de la oclocracia en que ya vivimos. Y esto realmente asusta.

    Saludos.

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  11. Yo la verdad es que en el fondo soy relativamente optimista (nunca mejor dicho). Creo que mucha gente se está dando cuenta de los disparates y sinsentidos de la sociedad y el pensamiento actual.
    Otra cosa es que esa misma gente tenga el poder para poder cambiar la situación o no. Pero yo creo que si se llega a una "masa crítica" de personas que quieren cambiar algo, al menos habrá más posibilidades de que se de ese giro a la situación tan necesario a mi entender.

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  12. Sí, es impredecible, desde luego. Ojalá empiecé a ceder el temporal, por el bien de todos.

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  13. Yo no entiendo esto de la informática: navegando con el Chrome me permite comentar aquí, y con el Mozilla no. En fin, como dijo el poeta, lo importante es participar.

    Al hilo de lo que hablan: respecto al valor de las cosas: tuve una charla reciente con compañeros al respecto. No hay patrón dinero, como antaño el patrón oro. Una simple transacción electrónica puede suponer mucho dinero sin que haya un producto tangible, real, que respalde ese dinero. El dinero, aunque parezca una contradicción, ha perdido el valor. (Aplíquese aquí lo del necio que confunde valor y precio).

    Este relativismo económico del que habla Cambio Social, se extiende a todos los campos: no hay patrón oro, no hay patrón moral, no hay patrón educación, no hay...

    Respecto a que cada vez más gente se está dando cuenta de que esto así va por mal camino: ¿seguro? ¿No será que inevitablemente nos juntamos con los afines y eso da (falsa)sensación de masa? Yo también tengo a veces esa sensación, pero es que con la gente que me junto, incluso en el trabajo, es con la que siento afín. Acabo de llegar al mundo bloguero y los primeros amigos que he hecho están tan o más preocupados que yo por el relativismo moral y la deriva evidente de la civilización. Entenderán que no es que no haya visitado más blogs, sencillamente los blogs frívolos o que tratan otros temas que no me interesan, los desestimo y me quedo con los cercanos a mí. Esto puede darme la (falsa) sensación de masa, cuando la realidad es que hay trillones de blogs para hablar de tetas o de ególatras mirándose el ombligo.
    Ojalá tengan razón y esto cambie, ojalá.

    Saludos.

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  14. Yo, la verdad, tampoco veo claro que vaya a remitir la fiebre igualitarista/relativista. La confusión reinante es de aquí te espero. La única manera de que la mayoría de la gente arrumbe la ideología igualitarista/relativista es que llegue a comprender en qué consisten las falacias en que se sustenta. Ahí es nada. Para alcanzar un mínimo de luz, los ciudadanos deben estar prestos a escuchar al otro, tarea que el igualitarismo ha convertido en hazaña o heroísmo. “Como yo soy igual que tú, tú no mereces más atención que yo”. Escuchar al otro, considerar sus ideas con detenimiento, es ya un atentado contra el igualitarismo, porque presupone la idea de que tu interlocutor sabe más que tú de aquello de que se está hablando. Es decir, todo el que realmente escucha, guarda la intención de rectificar sus ideas si le parece que el otro aporta buenas razones para ello. Lo malo es que eso se considera un acto de sumisión, de “obediencia”, de acatamiento de la autoridad. Increíblemente, en el más absurdo de los despropósitos, el igualitarista entiende que obedecer es propio de personas sin crítica. Pero quiero que ustedes, amigos y compañeros de naufragio, lo comprueben. Lean estas palabras sacadas de un blog sobre educación. La autora del blog trata de dilucidar los “estilos” y “tipos” de relación que los profesores mantienen con sus alumnos. Dividía los estilos en: 1) Intervencionista, 2) Relativista, 3) Demócrata. Bien, como pueden imaginar, el “guay” es el “demócrata”. Vean cómo se describe a los que ellos, los pedagogos relativistas, llaman “intervencionista”:
    “El intervencionista es el (profesor) que establece una relación de superioridad con sus alumnos. Impone sus reglas y crea un entorno a la medida de sus valores. Aplica una didáctica verbalista y unidireccional (“Yo lo sé todo.”) y espera enfrentarse a un alumno obediente y nada crítico (¿”Para qué realizar proyectos si yo ya sé lo que los alumnos deben saber?”). “
    ¿Qué les parece? No tiene desperdicio. Yo, desde luego, cuando hago de profesor, soy un ogro intervencionista. De eso no tengo la menor duda. Pero reparen –que a eso iba- en donde dice eso de “espera enfrentarse a un alumno obediente y nada crítico”. La cosa tiene cojones. Supongo que el médico de cabecera también esperará “enfrentarse” a unos pacientes “obedientes y nada críticos”. De verdad, es que hay que ser medio subnormal. ¡Pero en qué cabeza cabe semejantes disparates! Por supuesto que escuchar al que más sabe sobre algo (el paciente al médico o el niño al profesor de matemáticas) es un acto de obediencia, ¿y qué hay de malo en obedecer al que más sabe sobre algo? PRECISAMENTE porque se tiene buen juicio y un mínimo de sentido crítico y sentido común, se obedece al que más sabe. La cuestión, amigos, es que la turba de pedagogos relativistas que nos señorea asocia “obediencia” con “falta de crítica”. Y asocian “obediencia” con actitud “sumisa”, “aquiescente”, “boba”… Para el relativista, ser desobediente es ser “crítico” con lo establecido, como si detrás de cada acto de desobediencia infantil o juvenil hubiese un profundo análisis de la situación.

    Sigue...

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  15. Es decir, el problema es recio, muy recio. El mismo relativismo impone a sus practicantes la peor de las sorderas imaginables. “¿Por qué prestar especial atención a las ideas de ese que ha estudiado tal o cual cosa si resulta que todas las opiniones valen lo mismo?” Esto anticipa la desunión de las personas, el ensimismamiento del sujeto, el atrincheramiento de cada cual en “su” verdad. Y, como decía, para poder salir de este tremendo despropósito teórico necesitamos escucharnos unos a otros. E insisto, cuando hablo de escuchar me refiero a la predisposición a cambiar las propias ideas por considerar que las del otro son mejores, más acertadas que las propias. Y esto es cosa de milagro cuando, previamente, tenemos que el relativista ha aprendido, dogmáticamente, a no escuchar, a no acatar, a no obedecer.
    Nos escucharán sólo aquellos que no sean relativistas cabales y cerrados. Y, aun así, siempre estaremos expuestos al riesgo de que alguien intervenga para tacharte de fascista o de absolutista. Entonces, el miedo de aquellos que escuchaban a ser convencidos por un fascista medio camuflado, reverdecerá y echará a perder lo hasta el momento conseguido. Quiero decir que mientras un crítico del relativismo necesita aportar argumentos, datos y manejarse con elocuencia para resultar convincente, a un adepto al relativismo le bastará con dejar caer que eres un “carca”, un “facha”, un “machista”, un “liberticida”, un “autoritario”, etc., para conseguir desacreditar a aquél y echar todo a perder. Y no hay mala fe en el relativista, ni siquiera maldad (aunque la maldad es siempre un derivado del relativismo). Es que realmente cree que en una sociedad democrática no debe haber autoridades, pues éstas son siempre personajes despóticos más o menos camuflados.

    Ignoro si estamos ante una masa crítica real o sólo, como dice Desclasado, ante una falsa percepción de masa crítica. Cuánto agradecería que fuera lo primero.

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  16. Me he reído (risa amarga) con lo del paciente que sabe tanto o más que el médico y el alumno que ídem con el maestro. La verdad es que son de los casos más representativos del absurdo relativista.

    Tratando de ser objetivo y respecto a la masa crítica necesaria para salir de esta situación: por circunstancias laborales y personales conozco mucha gente y tanto de ámbitos urbanos como rurales. Amigos tengo pocos, pero conocidos todos los que ustedes quieran.
    Partiendo de este espectro amplio de gente conocida, no sé si observo una toma de conciencia crítica o un descreimiento generalizado, o quizás una mezcla de ambas cosas.

    La toma de conciencia crítica sería buena según mis parametros, no hace falta explicarlos. El descreimiento generalizado sería peligroso por la carga de nihilismo individualista que puede traer, el "sálvese quien pueda" del que hablábamos antes. La mezcla de ambas cosas no sé como catalogarla.

    En esa confusión estoy: en dilucidar si lo que a bastante gente estoy viendo respecto a actitudes y lo que estoy oyendo respecto a comentarios es pasotismo descreído o toma de conciencia de no haber sabido frenar a tiempo y estar hasta el cuello de absurdos relativistas progres.

    Saludos.

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  17. Aunque es verdad que todos nos equivocamos y los que corren con más frecuencia, también es cierto que el enfermo tiene que escuhar al médico... al igual que el alumno debe escuchar al maestro. Y sí se escucha, lo que ocurre es que hoy nos podemos permitir el cambiar de médico y maestro, cada vez que creamos inadecuadas las explicaciones que éstos nos dan. Por otra parte, también podríamos preguntarnos: ¿por qué no escuchamos a algunos de nuestros maestros y médicos?, no será por su no del todo adecuado hacer. Cuando un maestro o un médico es excelente (aunque seamos conscientes de que también puede equivocarse) nadie quiere cambiarlo. ¿No será que la sociedad se ha vuelto más exigente? ¿No será que en el fondo ésta está más preparada y exige profesionales más preparados?
    Esto de los valores desvalorizados me preocupa más que lo del relativismo. Cuando existe la palabra (relativismo) es porque lo que describe existe, pasa igual con todas las palabras.

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  18. Veamos, anónimo, no hay que confundir la tolerancia sumisa hacia un médico incompetente, por aquello de que "Don tal es médico", con el pretender saber más que un médico, aunque no sea muy competente, sin haber estudiado medicina.

    En principio discrepo de opiniones suyas, aunque imagino que hablando podemos entendernos mejor porque la primera toma de contacto puede dar lugar a malas interpretaciones. Dice que cuando un maestro o un médico es excelente nadie quiere cambiarlo. Mi experiencia es otra: cuando un profesional es excelente y honrado dura poco. No dura poco por sus pacientes o alumnos. Dura poco por los de arriba. Le aseguro que esto lo he visto muy de cerca (no en mis carnes).

    Dice que la sociedad está más preparada y es más exigente... Por ese camino me lleva a entrar al trapo de nivel cultural actual y nivel cultural pasado. Si entro a ese trapo usted tienes razón. Pero ¿y si no entro? ¿Y si hablo de que una sociedad "más preparada" tolera cosas que una sociedad "menos preparada" no toleró? ¿Y si le cuento que recibí yo mucha mejor educación cultural que están recibiendo mis sobrinos? (No hablo de valores, me ciño a acervo cultural puramente y no estudié en Oxford).

    Venga, ya vamos hablando. Un saludo.

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  19. Pienso igual que usted, en lo de que un excelente dura poco porque los de arriba...; también existe la palabra envidia y sobre todo la frase "cuidado que viene el excelente y puede quitarme el sillón", pero no son los incultos precisamente los que hacen esto, ni los necios.

    En cuanto a lo de que usted recibiera mejor educación cultural que sus sobrinos, le diré que mi experiencia es otra, yo no recibí mejor educación cultural que mis hijos, ni mejor educación en valores que ellos,aunque también es verdad que tanto usted como yo somos casos aislados.

    En cuanto a lo de que una sociedad más preparada tolera cosas que una sociedad menos preparada no toleró, no lo creo. La sociedad inculta y pobre se cree casi todo, lo tolera casi todo (por la comida, por verguenza, miedo, cansancio), hasta que deja de tolerarlo, eso sí, pero esto sólo ocurre cuando se da cuenta de que es ella o la otra (la sociedad que la putea).
    Usted, desde mi criterio, tiene razón en una cosa tomamos un camino, que era necesario tomar (el democrático), pero se toció; yo no sé en que momento comenzamos a salirnos de él (personalmente creo que es el efecto del enfrentamiento dialéctico, etc. entre las fuerzas contrarias - las de los que apoyaron tirar por este camino y apoyan seguir por él y aquellos que se vieron obligados a tirar por este camino o lo aceptaron porque en su momento creyeron que era lo mejor, pero ahora lo ven como un error - que tiran en direcciones contrarias, con el fin salirse del camino unos - arrastrando a los demás - y seguir en el camino otros), y por este motivo creo que se está perdiendo el norte, parece que lo importante es seguir tirando, lo importante es tirar y tirar; y si a todo esto añadimos a los agosteros, es decir, a los que están siempre dispuestos a hacer el agosto,que tiran unas veces para acá y otras para allá, según les interesa, que consiguen que esté el ovillo cada vez más liado, ya que su único objetivo es sacar provecho económico...
    En fin... seguiremos hablando. Saludos

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  20. Lo de los agosteros es caso aparte, esos juegan en otra liga y da igual quien mande o qué valores haya en una sociedad, siempre están por ahí.

    Con lo de la educación en cuanto a cultura: no podemos perdernos, ni procede, con sus hijos, mis sobrinos, o su caso y el mío personales (he sido yo quien ha empezado) hay que tomar referencias generales y, en esas referencias generales, mi sensación es que sale la gente mucho peor preparada de los estudios ahora que hace 20 años y cada vez va a peor.

    Respecto a educación en valores: habría que ver qué tomamos por valores. Si tomamos como un valor que un niño de 7 años tenga voz y voto en cuestiones familiares, eso para mí no es un valor, es "democratitis aguda", pasarse de aceleración, alterar una realidad jerárquica incluso necesaria para que un niño se eduque con referentes claros.

    En cualquier caso yo también coincido en su versión final del asunto: unos tiran no se sabe a dónde, otros queremos frenar ya e incluso recular y esto, unos por otros, es un empastre.

    No me atrevo tampoco a ajustar cuando se nos empezó a ir esto de las manos. Supongo que los movimientos que desembocaron en el 68, unido a un fuerte movimiento pendular en España a la muerte de Franco; pasar rápidamente de un extremo a otro, nos han traído esta cosecha.

    Saludos.

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  21. Perdona, Desclasado, por no contestar antes, me he puesto varias veces a hacerlo, pero las obligaciones no me dejaron.
    Quería contestarte para decirte que, desde mi punto de vista, en cuanto a la educación, mi sensación general es otra, yo no creo que salga la gente peor preparada en general que (los menos que asistían antes a la escuela), pueden salir peor preparada en algunas cuestiones, pero no en otras, que salen mucho mejor preparadas que antes… además de exigírseles - a los niños y adolescentes de hoy - muchos más contenidos (algunos nuevos) que aprender (y todos necesarios), de este tema se podría hablar largo y tendido…
    En cuanto a la educación en valores, que decir, desde mi criterio, nada tiene que ver con lo que apuntas. La educación en valores es tan vieja casi como el hombre (de valores morales y éticos se habla desde hace mucho), aunque es cierto que hay interpretaciones diversas. Lo que está claro es que si quieres que tu hijo o alumno (en el caso de los docentes) sea ético, tienes que primero que serlo tú.
    Por último, contestando a tu párrafo final, es posible que el pasar - con ansia, por parte de unos, y con rencor, por parte de otros - de un extremo a otro nos haya traído este “todo vale” irracional que desluce no poco lo conseguido. Se cae, a veces, en el autoritarismo, otras, en el sé más que nadie, en el no estoy equivocado en nada… los demás se tienen que ajustar a mí, etc. ni los sabios se ponen de acuerdo, que lío ¿verdad?
    Saludos

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