lunes, 7 de diciembre de 2009

DECADENCIA.

Señor Anónimo, ahora puedo responderle, aunque no con la suficiente extensión que desearía. Ando muy mal de tiempo. He colocado la contestación en esta entrada porque es tan larga que, de esta manera no la tengo que dividir. Disculpe el retraso.

Usted dice que no cree que el hedonismo sea un problema de las sociedades actuales. Hedonismo, diccionario en mano, es: “Doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida.” Pues bien, es posible que el placer no sea el bien supremo para muchos de nuestros conciudadanos, pero si uno de los bienes más estimados. Repare usted en una cosa: Es innegable que nuestras sociedades son extraordinariamente consumistas. ¿No cree usted que el híper-consumismo está basado en el hedonismo, en la exacerbación de los placeres sensuales? ¿Somos frugales, contenidos, austeros? Si usted analiza los señuelos publicitarios, verá con claridad que normalmente hacen referencia continua a cosas como el lujo, la “exclusividad”, el gozo inmediato, las emociones lúdicas, la tentación, etc. Es lógico: cada comerciante necesita excitar y engatusar a su potencial clientela más y mejor que el resto de comerciantes. El mercado no necesita a personas sesudas, reflexivas y controladas, sino a bulímicos abúlicos siempre dispuestos a desenfundar la billetera. O repare en la prostitución. Una de las industrias más prósperas de Occidente es la pornografía y el sexo. Hay más de 93 millones de páginas web sobre sexo. Y la apología del sexo pornográfico es explícita en cualquier medio de comunicación “normal”. Nada tiene de insólito que hoy reciban apretados aplausos los llamados “porno-star”, estrellas del porno, como Lucía Lapiedra o Nacho Vidal. No importa que apenas sepan hablar con mediana corrección, no importa su indigencia mental: son reverenciados y admirados como si lo de copular fuera esforzada hazaña digna de pleitesía, y se les conoce más que a cualquier científico o cirujano de talento.

O el consumo masivo y generalizado de drogas legales o ilegales. España es el país de la Unión Europea con mayor proporción de consumidores de cocaína, con cifras de consumo parecidas a las de Estados Unidos, y el porcentaje de jóvenes entre 14 y 18 años que han consumido cannabis en los últimos 12 meses se ha duplicado en los últimos diez años.

Y a tanto alcanza el hedonismo que, fíjese, los líderes políticos de los países más desarrollados ya implementan medidas para reducir el consumo energético, pues, de lo contrario, la vida del planeta correrá un serio peligro. El ecologismo pretende ser el muro de contención del consumismo (hedonismo), pero no lo consigue, al menos de momento.

Yo creo –y ojalá esté equivocado - que una gran parte de la población española está muy cómodamente instalada en la frivolidad, la mediocridad y la chabacanería. Las pruebas son claras: pan y circo continuo: Belén Esteban y fútbol a raudales, series nocivas de televisión, “grandes hermanos”, telediarios fraudulentos, cotilleos sin tregua, violencia a raudales, sensacionalismo arrabalero… ¡Casi todo es telebasura! 20 ó 30 canales dedicadas a la evasión fácil, con honrosas excepciones. Ninguna canal dedicada a la filosofía, el gran arte, la literatura… Sólo alguno a la ciencia. Y yo estoy convencido de una cosa: los medios ofrecen lo que se les demanda. Y los niveles de lectura –usted lo sabe- por los suelos.

¿Tiene relación toda esa telebasura (y prensa basura) con el hedonismo? Claramente, porque el espectador busca el entretenimiento fácil, aquél que no le suponga ningún esfuerzo de meninges, porque todo esfuerzo es, de entrada, enemigo del placer. Y en la medida en que nos acostumbramos a rechazar el esfuerzo, el tesón y la concentración, le estamos franqueando el paso a la irresponsabilidad y la negligencia generalizadas. Querer ser responsable, responder de mis actos implica el esfuerzo de vigilar y controlar mis actos; algo que está reñido con el programa de relajación y vida exenta que me quiero aplicar. El hedonismo atenta contra la ética y contra la cultura. Ambas están en peligro, amenazadas. Lo que afirmo, señor Anónimo, es que nuestra época es decadente, que estamos en decadencia.

Quizá usted proteste. Quizá usted alegue que no es justo fijarse sólo en lo malo, y que si nos comparamos con otras sociedades y épocas el balance será positivo: hay más libertad, más respeto a los derechos humanos, más alfabetización (escolarización), más y mejores medicamentos, somos más longevos, vivimos en democracia, disfrutamos de mil inventos y adelantos tecnológicos, no nos falta sustento… La lista de maravillas modernas es casi interminable. Pero mire usted, el problema que yo intento describir y diagnosticar son dos cosas:
1. Vivimos de rentas.
2. Estamos dilapidando y despreciando la herencia recibida de pasadas décadas y siglos.

Hay épocas en ascenso y épocas en descenso, épocas enjundiosas, luminosas y creativas y épocas decadentes, oscuras y monótonas. Mi opinión es que estamos más cerca de éstas que de aquéllas. Un rico heredero que se dedique a dilapidar el patrimonio recibido, quizá tendrá mucha más riqueza en cualquier momento de su vida que un modesto empresario que luche contra viento y marea para levantar su negocio. Sin embargo, la actitud de éste es mucho más admirable y prometedora que la del heredero rico. Cuando nos comparamos con otras épocas, corremos el riesgo de ver sólo la parte más superficial del asunto, sin pararnos a pensar en lo que hay detrás de todo ello. Nuestra forma de vida y de entender la vida no es prometedora, sino empobrecedora; no es edificante, sino destructiva; no es realista, sino delirante.

No existe algo como “nuestra época”, entendida como un periodo de tiempo que pueda considerarse ajeno a las épocas precedentes. Hoy disfrutamos de grandes adelantos tecnológicos, pero las raíces de esos adelantos se remontan a siglos y decenios pasados. Sin duda, los siglos XVll y XVlll fueron mucho más creativos en el terreno científico que el actual. Y, probablemente, el pasado siglo XX también lo fue más que el corriente. Y ya hay quien ha dado la voz de alarma con buenos argumentos y cifras y datos alarmantes. El libro de Carlos Elías, “La Razón Estrangulada”, plasma la preocupante situación científica del futuro. Cada vez hay menos chicos que quieran matricularse en carreras de ciencias puras. La caída en vocaciones científicas es ciertamente alarmante. Vamos a seguir viendo y disfrutando de inventos y maravillas, señor Anónimo. De eso podemos estar seguros. La cuestión está en la tendencia. ¿Ascendemos o descendemos? Descendemos. Y el declive no sólo afecta a España. Parece ser que a todo Occidente. Pero nosotros en particular partimos de una posición peor.

Si hablamos de filosofía, la cosa no pinta mucho mejor. Más bien al contrario. Muy poca gente entiende la importancia de cultivar un pensamiento crítico y riguroso. La filosofía es vista, en general, como una posma insufrible, como un pasatiempo inútil e improductivo, sin aplicación práctica. Craso error. El ninguneo a que está sometida la filosofía se refleja claramente en las políticas educativas y planes de estudio, cada vez menos interesados en conocer el pensamiento de los genios que nos precedieron y en enseñar a pensar autónomamente. No puedo extenderme más en este punto. Pero créame, la importancia de la filosofía como origen y sustento de nuestros derechos humanos y civiles es capital. ¿Quiero esto decir que no tenemos científicos o filósofos enormes? No, quiere decir, de nuevo, que tendemos a la descerebración, ni más ni menos.

La educación que reciben nuestros chicos es lamentable. Tanto en los hogares como en las escuelas e institutos. Sencillamente lamentable. La cantidad de jóvenes medio analfabetos que hoy tenemos en esta querida España nuestra es como para salir corriendo. Jóvenes a quienes sus padres no han enseñado el significado de la palabra “no”. Jóvenes ignorantes hasta la médula, que apenas entienden lo que leen. No lo digo yo. Lo dice el Informe Pisa, por ejemplo. Y todos sabemos que no hacía falta tal informe. Estamos a la cola en materia de educación. Creo muy recomendable la lectura de “Panfleto Antipedagógico”, de Ricardo Moreno Castillo. Lo suscribo plenamente. El autor no es ningún lego en la materia: Ricardo Moreno Castillo, ejerce en el instituto Gregorio Marañón de Madrid y también es profesor asociado en la Facultad de Matemáticas de la Universidad Complutense. Tiene más de 30 años de experiencia en la enseñanza.

Pese a todo, usted es libre de creer que vivimos en la mejor época de la historia. Y usted puede, sin duda, enumerar una cantidad ingente de barbaridades e irracionalidades de otras sociedades o tiempos. Y ahí está el punto. Yo no estoy aquí para negar las grandes conquistas de nuestro tiempo, sino, precisamente, para advertir que las podemos perder, que estamos en riesgo de perderlas. Marina lo expresa muy bien en sus libros: “vivimos en precario”. Lo que nos quiere decir es lo mismo que yo intento decir: los derechos civiles y humanos que, lógicamente, tanto valoramos, no son cosas que vayan a quedarse con nosotros a perpetuidad como por arte de magia. Los derechos nos protegerán de la arbitrariedad y la sinrazón en la medida en que nosotros luchemos por mantenerlos vivos, en vilo. Y para ello necesitamos cultivar primorosamente el intelecto, el talento y la creatividad. De nuestra razón nace la justicia y la medicina, el arte, la ciencia: la civilización. Todo lo bueno que nos rodea nace de ahí. Y la razón está –insisto- amenazada: Cunde el pensamiento débil, y la veleidad nos acechan por todos lados. No nos lo podemos permitir.

¿Qué debemos hacer? Bien, si es que estoy en lo cierto en alguna medida, lo que debemos hacer es dejar de atentar contra la razón. Necesitamos recuperar la excelencia, fomentar el talento y la inteligencia, incentivar a los que más saben (no amordazarlos o ningunearlos). Es decir, precisamos combatir el igualitarismo inspirado en la dichosa corrección política y desterrarlo, principal y urgentemente, de nuestro sistema educativo. Pero debemos empezar ya, antes de que sea demasiado tarde.

No puedo ahora extenderme más, señor Anónimo. Quizá usted piense que exagero o distorsiono las cosas. Puede ser. Estoy abierto al diálogo y dispuesto a escuchar cualquier razonamiento o crítica. En última instancia, si yo estoy en un error, no me haga usted caso.

Reciba un saludo.

16 comentarios:

  1. Interesante perspectiva, como siempre. El tema es complicado, es difícil decir en un momento concreto si una sociedad sube o baja, porque son muchos los factores a analizar, y eso solo se verá con la perspectiva que dan los años y el paso del tiempo. Pero lo que está claro es que estamos recorriendo, en muchos casos un camino que es muy poco probable que lleve a nada bueno. Como con el cambio climático, podemos discutir sus causas, y jugar a despistar poniendo la duda sobre si el ser humano tiene un papel mayor o menor, pero lo que está claro es que contaminar al nivel que lo estamos haciendo, el consumir los recursos al ritmo que se hace, no puede llevar a nada bueno en ningún caso. Con la evolución de la sociedad pasa algo parecido: el egoísmo extremo, el todo vale, la ausencia o relativización de los valores, el hedonismo, la corrupción y la inmoralidad flagrante con la que actúan muchos líderes políticos es algo que cuesta imaginar que pueda llevar a algo positivo. Y ahí está la clave, en que no nos podemos perder en discusiones de detalles, en jugar al despiste para justificar lo que hacemos, cuando sabemos que está mal hecho. Es un engaño, un sueño del que como podemos ver ahora, a veces sale a golpes de realidad.

    Un saludo.

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  2. Ésa es la cuestión, cambiosocialya: nos podemos perder en detalles, o nos podemos despistar observando lo bien que vivimos en comparación con otras épocas, al menos en lo material. Todos los índices más importantes son, a mi parecer, preocupantes. Se están secando las fuentes genesiacas de nuestra civilización: la filosofía, el gran arte, la ciencia y el sentido reverente ante la naturaleza (lo que podríamos llamar religión en un sentido no necesariamente teísta). Si el proceso es o no reversible es lo que, lógicamente, no sé. Mis palabras, como las tuyas o las de tantos otros, no tienen otra misión que la de ayudar a revertir el proceso de decadencia iniciado. El problema es que mi poder es casi nulo. No hay más que ver el poco éxito de este blog. Si yo estoy en lo cierto en alguna medida al denunciar esa decandencia, el hecho de tener poca audiencia es parte del retrato de nuestra realidad: quienes hoy gozan de predicamento son aquellos que enarbolan el relativismo, el escepticismo y la irreverencia sistemática. Y no me cansaré de advertir de que todo eso es la carcoma de la civilización.
    Un saludo.

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  3. Es cierto lo que dices, es más, yo también reflexiono mucho sobre ello, e incluso escribiré alguna entrada para el blog sobre ello. Yo he llegado a la conclusión de que este conjunto de temas (educación, filosofía, religión, ética...) simplemente no interesan. De acuerdo que Internet es compleja, y que muchas veces hay que atraer a la audiencia con señuelos, pero lo que es indudable es que todo esto no goza de mucha popularidad ni interés. No hay más que ver las visitas y comentarios de webs como las de José Antonio Marina, que en el fondo son privilegiadas, porque cuentan con el respaldo de alguien conocido fuera de Internet. Visitas escasísimas y foros muy poco transitados. Aunque también hay que decir que en parte es por el estado de dejadez en el que el Señor Marina suele dejar todas sus creaciones en la red. Como esperanza, ver como otras webs con temáticas que también podrían parecer poco atractivas, triunfan. Por ejemplo la de Eduardo Punset, que tengo entendido que recibe una buena cantidad de visitas. En definitiva, los que escribimos a nivel personal sobre estos temas, lo hacemos porque nos gusta, y porque nos motiva andar contracorriente. Como decía aquel, "por mi que no quede". Se aporta lo que se puede.

    Pero eso me hace reflexionar a su vez sobre el estado en el que se encuentran las televisiones en España, con programas de ínfima calidad que cosechan audiencias astronómicas. Me pregunto si en realidad, y al final, las cadenas tienen razón, y dan al público lo que les piden. Como siempre, es difícil saber qué fue antes, si el huevo o la gallina.

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  4. Es mi deseo publicar una entrada dedicada a los medios de comunicación. O, más bien, varias entradas. Los considero nefastos, en especial los telediarios. ¿El cuarto poder o, más bien, el poder de los cuartos? La información se ha convertido en mercancia de consumo, en un elemento más del mercado, sometido a la tiranía de los índices de audiencia. Así, difícilmente, nos informarán de la verdad. En fin, a ver si saco algo de tiempo.

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  5. Señor Raus, no creo que ésta sea época de esplendor, pero tampoco creo que el hedonismo sea uno de los grandes problemas de la humanidad, ni en la actualidad ni en el pasado; el hedonismo es (y supongo que fue) la forma de vida de una pequeña parte de la sociedad, tal vez, enferma, que no tiene en cuenta al otro, que se aprovecha de los otros, que confunde el goce - del que usted habla - con la verdadera felicidad (la que sí tiene en cuenta al otro); no olvide que en nuestro país, por no ir más lejos, la mayoría de la gente sobrevive a un trabajo precario y rutinario o al paro y/o a problemas de convivencia y quizás, tras una estresada jornada, se den algún gocecillo, una hamburguesa y un refresco de cola o ver la televisión o leer la prensa amarilla, etc., pero tiene razón, antes no había televisión y ni sabía leer la mayoría.

    El sexo y sus derivados, una de las profesiones más antiguas de la historia, las drogas ya las utilizaba el hombre primitivo; ahora, en las sociedades avanzadas, lo que ocurre es que todo es más refinado y los egoístas se aprovechan de la ignorancia (aún hay mucha) de los otros; con la libertad democratizada, todos podemos elegir lo permitido o lo prohibido, aunque no es lo mismo elegir lo malo porque es más rentable, que elegir lo prohibido por desconocimiento (pero en ambos casos esto es problemático).

    Siempre han sido pocos los que han dedicado su vida al estudio y a la reflexión, mientras muchos trabajaban la tierra o cazaban para que todos pudieran comer, igual de excelente, de necesario e importante. El buen paño en arca se vende. Creo que los grandes problemas, los de ayer y los de hoy, son otros, esos de los que habla, en tal caso, serían generados por el o los principales.

    Dos pasos adelante y uno atrás, esto no hay quien lo evite, los egoístas son los culpables; imagino que tanto usted como cambiosocialya se sentirán en muchas ocasiones como la que escribe; es una sensación, es un querer tirar de un carro tirado por otros a la contra. Hoy los egoístas nos han llevado a un consumismo necio, ramplón y a un seudo hedonismo, sí, claro que sí; porque nos han vuelto a engañar, nos han metido en la cabeza que para que todos tengamos trabajo es necesario que consumamos sin parar – hay calidades para todos los bolsillos y mucho de todo - a mayor consumo mayor nº de puestos de trabajo y lo peor de todo es que, con el sistema económico actual, no puede ser de otra manera; y, ¿el ecosistema?, ya lo apunta usted. Hoy, éste es uno de los grandes problemas, el problema de fondo de las sociedades avanzadas, el modelo económico en vigor hace aguas, ya lo hicieron otros anteriormente, hay que mejorarlo ya, esto regeneraría muchas cosas; pero necesitamos profesionales bien preparados, con iniciativa, personas que sepan como optimizar las cosas, que reconviertan todo lo que sea necesario reconvertir y que tengan muy en cuanta a los demás y al planeta, pero sobre todo es necesario, buscar la forma, de que los egoístas dejen hacer.

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  6. No podemos mirar hacia atrás para recuperar la excelencia y no sé que más cosas y no mirar para recordar cómo vivían la mayoría de los hombres en épocas anteriores. O miramos para todo o no miramos, no debemos mirar sólo una parte del todo. Creo que hay que mirarlo todo y con lupa, para quedarnos con lo bueno y desechar lo malo.

    Aún son muchos los que mueren de hambre en la Tierra y los países ricos no hacen nada para remediarlo (no, no hay diferencias significativas entre los países del primer mundo). Y esto no es bagatela ni perderse en debates inútiles. Ser excelente implica ser hombre docto, intuitivo e ingenioso. La intuición y el ingenio no se aprenden en los libros, ni en la escuela, se aprende viviendo. Sabemos que, gracias a los excelentes reconocidos y anónimos, poco a poco, las cosas han ido cambiando a mejor a lo largo de la historia, con parones y carreras eso sí; no obstante, tenemos que ser conscientes que queda aún mucho camino por andar; el hombre puede llegar a ser más noble, más bueno, más feliz, lo intuyo. Egoísmo y ética están reñidos.

    De la filosofía y de la educación que decir. No son todos los chavales irreflexivos, no críticos, etc. Hay un nº nada despreciable, eso sí, de chicos irreflexivos, etc. pero la culpa no es de ellos, ni casi de sus “liados” padres, ni de la televisión (programas de grandes hermanos españoles, suecos, argentinos, etc.) - aunque todo ayuda – es, principalmente, de la escasez de excelentes en los centros educativos, en la televisión, en la política, etc.

    ¿Época decadente?, dos pasos adelante y uno atrás; siempre hay quiénes no se resignan, aprovechan nuestro adormecimiento (hay que descansar, hay que dormir, tras una dura jornada), hay quiénes intentan dilapidar la herencia recibida del pasado y mermar la autoestima de los demás, aunque cuando crean que lo han conseguido, que nos han cogido por sorpresa, el pueblo, que es sabio, despertará y sabrá que hacer; ya se encargarán los excelentes de despertarlo, los conocidos y los anónimos. Creo en el hombre y todo hombre tiene derecho a ser respetado, casi todos - los egoístas, no.

    Y usted dice muy bien lo que pienso: hay más libertad, más respeto a los derechos humanos, más alfabetización (escolarización), más y mejores medicamentos, somos más longevos, vivimos en democracia, disfrutamos de mil inventos y adelantos tecnológicos, no nos falta sustento… La lista de maravillas modernas es casi interminable, pero aún queda mucho por moler.

    Pero en las sociedades actuales hay más problemas, no sé si derivados del modelo económico o no, aunque imagino en gran medida que sí: falta mucho para que todos y todas (los del primer mundo) tengamos un trabajo digno, bastante para que muchas personas sepan consumir con sabiduría, criticar aportando soluciones válidas, ser padres formados, faltan personas excelentes que valoren al que trabaja la tierra, etc. Los cambios técnicos y tecnológicos constantes nos han proporcionado tiempo libre, que no sabemos gestionar como es debido y que en ocasiones produce soledad, decaimiento; y existen principios como el de igualdad para todos que nos han desubicado, generando problemas nuevos: el nuevo papel de la mujer en la sociedad, etc. Son tantas las cuestiones y tantas las variables que decir que el problema principal de nuestra sociedad (no sé si lo escribió textualmente, perdone si no fue así, pero creí intuirlo) es que somos hedonistas no me convence, al igual tiene razón, pero no lo creo.

    Lo tuve que mandar por partes, no me dejaba...
    Saludos.

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  7. Estimada Anónima, yo no quiero repetir mis argumentos. No voy a saber ofrecerle mejores razones que las que ya he expuesto. Sólo diré o añadiré unas palabras. Usted dice que no hay que mirar atrás para recuperar la excelencia. ¿Y por qué no? ¿Por qué no seguir aprendiendo de la filosofía griega? ¿Por qué no estudiar a Velázquez si lo quiero es aprender a pintar? ¿Por qué no tomar como estímulo intelectual la enjundia de la Grecia clásica, el Renacimiento o el siglo de Las Luces? ¿Es mejor acaso esta haraganería que a tantos alcanza? ¿Es mejor esta ideología que premia la ignorancia, que iguala a todos por abajo y que –otra vez lo diré- ha dinamitado los cimientos de la educación?

    La filosofía está tocada de muerte en nuestros centros educativos. La ciencia está en crisis. El arte, al menos el que promociona y subvenciona la ideología oficial, da risa. El idioma fenece en boca de vanílocuos y malhablados. Pero si usted piensa que esto no es más que ese paso atrás que precede a dos hacia adelante, ¿qué puedo decirle? Si, en definitiva, yo no estoy en lo cierto, créame, seré el primero en celebrarlo y en reconocer mi error. Si no estoy en lo cierto, no tendrá usted que preocuparse por lo que yo diga aquí, pues ello no truncará ni en lo más mínimo el curso normal del progreso. Entretanto, discúlpeme, pero yo seguiré mostrando mi más honda y sincera preocupación por la situación presente.

    Saludos.

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  8. Señor Raus, quizás me explique mal o usted no me entendió bien. En ningún momento he dicho que no haya que mirar atrás para recuperar la excelencia; he dicho o, al menos, he intentado decir, que debemos mirar atrás no sólo para ver esto… sino para verlo todo, para quedarnos con lo bueno y desechar lo malo.
    Veo que no le interesa mucho mi opinión, no le interesa contestar a lo que pienso sobre la economía y los egoístas; aunque imagino que, como otros muchos, piensa que somos parte de la selva y la selva funciona así, el hombre sólo es un animal… algo refinado, eso sí, y… pues eso, que después de tener claro esto se irá a lo de la excelencia…en fin. También entiendo que esté cansado de repetir siempre lo mismo. Créame, lo entiendo, entiendo su postura, porque es la de muchos de mis amigos, la de muchos de mis compañeros de trabajo, vecinos, familiares, es la de casi de la mitad; ya sabe… las dos ESPAÑAS. Nada nuevo. Aunque hay algo que me atrae de su discurso (además de lo bien que se expresa y de cómo domina nuestro idioma, en esto le envidio, créame) algo que me lleva a veces a tener ganas de intentar dialogar con usted, de intentar convencerlo de mi postura - quizás para convencerme a mi misma de… que es la buena -, esto es (no se enfade, es una opinión personal solamente) su necesidad de que los demás lo vean tan clara como usted la ve, tal vez porque en el fondo también a usted le pasa lo que a mí: no está seguro al cien por cien de llevar la razón ¿Somos como los leones?

    Y sí, debe seguir preocupándose por la situación presente, y debe seguir buscando, como muchos, posibles soluciones e intentar convencer a los que realmente pueden cambiar las cosas de sus errores; es lo que debe hacer todo hombre de bien que esté convencido de poder aportar su granito de arena, ¡la vida es tan corta! ¡y, a veces ¿tan bella! Yo haré lo que pueda y como es que no quiere seguir intentando convencerme de mi error y cómo es que yo no puedo hacer lo mismo con usted, me retiro; no obstante, cuando vague por la red en busca de consuelo “intelectual”, tal vez, pase a leerle y, tal vez, en alguna ocasión, opine sobre sus razones, si no le parece mal. Saludos y ¡Feliz año!

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  9. Estimada Anónima, le pido disculpas, lleva usted razón. Usted merece que yo me esfuerce mucho más en convencerla sobre los asuntos que aquí trato. Ahora no puedo. A ver si encuentro un hueco.
    ¡Feliz Año!

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  10. Señora Anónimo, disculpe mi retraso. Bien, voy a ir comentando algunas de sus afirmaciones.

    “los egoístas nos han vuelto a engañar, nos han metido en la cabeza que para que todos tengamos trabajo es necesario que consumamos sin parar”

    ¿Quiénes son para usted “los egoístas”? ¿Los poderosos, los grandes comerciantes, los políticos, aquellos que tienen las riendas del poder económico? Supongo que se refiere a ésos, señora Anónimo. Lo siento, no me convence. Los egoístas están distribuidos por toda la población, tanto en las clases bajas como en las altas. En tiempos de (aparente) bonanza económica, el albañil te metía unas “clavadas” de aquí te espero, sin el menor escrúpulo. Los que se intentaron hacer ricos a base de pelotazos no sólo fueron unos cuantos, banqueros o grandes empresarios, sino una gran parte de la población.


    “¿Nos han metido el consumismo en la cabeza?”

    No, el consumismo no es más que la ocasión para que se exprese un instinto bulímico inherente a todo ser humano. El director de una gran firma comercial no hace, en sustancia, nada diferente a lo que hace el frutero de la esquina. Éste te dice que toda su fruta es buena (aunque no lo sea) y aquél hace lo propio, aunque utilice técnicas más refinadas para vender sus productos.


    “necesitamos profesionales bien preparados”.

    Totalmente de acuerdo con usted. Pero esa cualificación no se va conseguir con un sistema de enseñanza tan rabiosamente demagógico como el nuestro. En el cual, los políticos, para halagar a sus potenciales votantes, les han concedió prebendas impropias y los han sobornado hasta límites escandalosos. No se pueden formar buenos profesionales en un sistema de enseñanza que, desde la LOGSE, iguala a todos por abajo. Pues es una ley (e igual la LOE) que: 1. evita evaluar al alumno por sus resultados, acogiéndose a la valoración subjetiva del esfuerzo del discente; 2. lo promociona automáticamente; 3. rebaja la importancia de los contenidos y de la memoria; 4. habla de motivar al alumno y no de voluntad y de sentido de deber; 5. Ha dejado sin la más mínima autoridad al profesor frente al joven. 6. Ha concedido voz y voto a los padres de los alumnos en cuestiones académicas, en las que no están capacitados para interceder, 7. Convierte la “educación de valores” en su buque insignia, cuando a la escuela no le compete la inculcación de valores sino de manera secundaria (aunque sí en los primeros años de escolarización). La función de la escuela es transmitir conocimientos académicos. Etc. Podría seguir alargando la lista de medidas demagógicas. Pero no quiero aburrir. De esas leyes “educativas”, se lo aseguro, no van a salir, salvo honrosas excepciones, profesionales cualificados.


    “No podemos mirar hacia atrás para recuperar la excelencia y no sé que más cosas y no mirar para recordar cómo vivían la mayoría de los hombres en épocas anteriores. O miramos para todo o no miramos, no debemos mirar sólo una parte del todo. Creo que hay que mirarlo todo y con lupa, para quedarnos con lo bueno y desechar lo malo.”

    Esta frase suya me confundió, señora. Claro que hay que mirar lo malo para no volver a caer en ello. Estoy de acuerdo. Yo interpreté que su intención era decir que no deberíamos añorar el pasado porque en él hay cosas muy malas. Pero si la cuestión es que hay que mirarlo todo y quedarse con lo bueno, conforme. Eso es lo que yo digo.


    “La intuición y el ingenio no se aprenden en los libros, ni en la escuela, se aprende viviendo.”

    No estoy de acuerdo. La intuición es, ciertamente, innata, pero sin instrucción académica seria y rigurosa se queda en un quiero y no puedo, en mera bisutería de la inteligencia. Los libros, los buenos libros, nos abren a la experiencia de los demás, nos sacan de nuestra idiotez (de nuestro mundo subjetivo, de nuestras “verdades” privadas). No hay excelencia hoy día sin libros. Nadie va a aprender ingeniería o medicina “viviendo”, sino escuchando a los que saben y leyéndoles.

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  11. “De la filosofía y de la educación que decir. No son todos los chavales irreflexivos, no críticos, etc. Hay un nº nada despreciable, eso sí, de chicos irreflexivos, etc. pero la culpa no es de ellos, ni casi de sus “liados” padres, ni de la televisión (programas de grandes hermanos españoles, suecos, argentinos, etc.) - aunque todo ayuda – es, principalmente, de la escasez de excelentes en los centros educativos, en la televisión, en la política, etc.”

    Jamás he dicho que la culpa la tengan los niños ni los jóvenes, jamás. Me duelen las mandíbulas de decir, de mil maneras, posibles, que la culpa la tienen los adultos que los malcrían. Por supuesto que los padres andan liados y confundidos, pero, hombre, todo tiene un límite. Lo que no es compresible es que los padres (y también bastantes maestros y profesores) porfíen en sus malas prácticas educativas y formativas después de ver, hasta la saciedad, que no funcionan; y después de que algunos que entendemos de eso nos desgañitemos explicando en vano cómo se debe educar a un niño. Y no, señora, el problema principal no es la ausencia de excelentes en la formación (aunque, ciertamente, cada vez hay más indigentes culturales entre los profesores de las nuevas hornadas), sino las leyes sobre educación terriblemente demagógicas que tenemos implantadas en España. Como de ello ya he hablado arriba, no insistiré más. La LOGSE y derivados son leyes que impiden la formación de excelentes. Ello unido –lo diré otras mil veces- a la general permisividad instalada en la mayoría de hogares españoles.

    “¿Época decadente?, dos pasos adelante y uno atrás; siempre hay quiénes no se resignan, aprovechan nuestro adormecimiento (hay que descansar, hay que dormir, tras una dura jornada), hay quiénes intentan dilapidar la herencia recibida del pasado y mermar la autoestima de los demás, aunque cuando crean que lo han conseguido, que nos han cogido por sorpresa, el pueblo, que es sabio, despertará y sabrá que hacer; ya se encargarán los excelentes de despertarlo, los conocidos y los anónimos. Creo en el hombre y todo hombre tiene derecho a ser respetado, casi todos - los egoístas, no.”

    Pues ahora estamos en los dos pasos atrás. Eso es lo que creo, qué le vamos a hacer. Y no creo, viendo el panorama, que volvamos a dar uno para adelante durante muchísimo tiempo. Nuestros pasos hacia atrás son demasiados. El pueblo, señora Anónimo, no es sabio. No es sabio y usted misma lo reconoce cuando afirma que “los egoístas” lo han vuelto a engañar. Si fuera sabio, otro gallo nos cantaría. No, las virtudes y defectos del pueblo son los mismos que los que tiene cualquier mandamás. La diferencia es que éstos tienen más poder para manifestar sus virtudes y sus pecados. Nos enteramos pronto de las corruptelas y vicios de los poderosos porque esas corruptelas y vicios tienen más trascendencias que las corruptelas y vicios de nuestros vecinos del quinto, pero cualitativamente es lo mismo. Ojalá el crimen sólo fuera cosa de los de arriba. Pero no.

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  12. “y existen principios como el de igualdad para todos que nos han desubicado, generando problemas nuevos: el nuevo papel de la mujer en la sociedad, etc. Son tantas las cuestiones y tantas las variables que decir que el problema principal de nuestra sociedad (no sé si lo escribió textualmente, perdone si no fue así, pero creí intuirlo) es que somos hedonistas no me convence, al igual tiene razón, pero no lo creo.”

    Y ya hay bastantes que intentamos, sin conseguir gran cosa, reubicar a tanto desubicado con el concepto de “igualdad”. E intentamos –yo al menos con escaso éxito- hacer ver la diferencia entre igualdad e igualitarismo. Es deseable igualar las condiciones económicas y sociales iniciales de las personas (de los alumnos, si hablamos de enseñanza). Lo que no es bueno es igualar artificialmente los resultados. Partiendo de similares condiciones materiales hay personas que medran gracias a su tesón y talento y, por el contrario, quienes van derechos a la ruina por falta de tesón o de talento, o por llevar una vida disoluta. Y esto es algo que ninguna ley igualitarista puede cambiar sin generar terribles injusticias.
    “Créame, lo entiendo, entiendo su postura, porque es la de muchos de mis amigos, la de muchos de mis compañeros de trabajo, vecinos, familiares, es la de casi de la mitad; ya sabe… las dos ESPAÑAS. Nada nuevo”

    Sí, señora, nada nuevo. Así es. Pero usted no me entiende. No es nada nuevo que, por enésima vez, alguien me tache de franquista o de hombre de derechas, o de nostálgico del régimen franquista. Y estoy muy cansado de tan injusta acusación, y perdone mi enojo. Pero es que estoy muy cansado ya de este tipo de acusaciones cuando, precisamente, he dicho mil veces que los EXCESOS del pasado no deben servir para justificar los EXCESOS del presente. Y si hablo de excesos del pasado es porque no estoy de acuerdo con muchas cosas del pasado. Si no los considerara “excesos” podría alguien acusarme de añorar el pasado, o de pertenecer a la España de derechas. ¡Pero no! Es que no es el caso. Es que denunciar los excesos y perversiones del presente no equivale a bendecir el pasado (o cualquier aspecto del pasado). Digo y repito, por ilustrar la cosa, que MALO era el autoritarismo férreo y falta de libertades básicas de nuestro pasado reciente y MALA la permisividad y el libertinaje actual. ¿Tan difícil es entender esto? Quien quiera hacer juegos malabares para ver qué es preferible, lo pasado o lo presente, que los haga. Yo no los hago. Yo lo que digo es que ni aquello ni esto, que ambas cosas son aborrecibles. Ni aquello ni esto, sino una tercera alternativa que debemos construir entre todos, con inteligencia y sentido de la proporción para no caer, una y mil veces, en la terrible ley del péndulo.

    “su necesidad de que los demás lo vean tan clara como usted la ve, tal vez porque en el fondo también a usted le pasa lo que a mí: no está seguro al cien por cien de llevar la razón ¿Somos como los leones?”

    Podemos ser mucho peor que los leones, señora Anónimo. Y también podemos llegar a ser ángeles.

    Señora Anónimo, usted será siempre bienvenida a este modesto blog. Me basta con que usted se exprese, como lo hace, con educación. Sobre cuestión de ideas no creo que podamos entendernos, por más que lo desee. Yo ya no sé qué hacer ni qué decir para que personas de buena voluntad como usted entiendan que denunciar ciertas cosas de hoy no es lo mismo que cantar las alabanzas del pasado. De verdad se lo digo: no sé cómo hacerlo. Yo puedo intentar convencerla a usted de esto, pero si usted cree que yo soy un componente más de las dos Españas, un franquista más o menos camuflado o, en cualquier caso, un hombre de derechas, todo mi esfuerzo será baldío, porque usted ya habrá juzgado mis palabras a partir de ese prejuicio..

    Saludos.

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  13. ¡Qué retrato más triste hace del hombre!, señor raus. Si esto es como lo cuenta, ¡qué pena! Es decir, ¿qué todos somos…? No quiero creerlo, pienso que existen muchas personas honradas... y buenas, aunque puede que escaldadas por los que fueron educados para ser egoístas; este es el tema.
    Por otra parte, nunca dije que usted me parezca franquista, ni lo creo, ni creo que muchas de las personas de la derecha de hoy sean franquistas camuflados, son liberales sobre todo y creen, resumiendo mucho, que existen dos tipos de hombres: los que nacieron para mandar y los que lo hicieron para ser mandados… Pienso, eso sí, que es usted partidario de un "autoritarismo excelente" por llamarlo de alguna manera y por catalogarlo, ya que cree que lo hago. También creo que su intención es buena, pero quizás se excede en tener tanta confianza en los excelentes, porque, siguiendo su regla, no dejan de ser unos humanos más, con debilidades… Además, me extraña mucho que, siendo entendido en psicopedagogía, no comprenda los comportamientos de muchos chavales, de muchas personas, las situaciones en las que se crían y las consecuencias que les acarrean éstas, si no hay quién lo remedie.
    ¿De qué tipo de Economía es partidario? Intervencionismo, liberalismo… No lo dice y es esto lo que de alguna manera yo le preguntaba.
    Gracias por su amabilidad, por contestar, veo que estamos de acuerdo en algunas cosas, seguiremos en la brecha. Saludos.

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  14. No, señora Anónimo, no digo que todos seamos sinvergüenzas, ni mucho menos. Lo que dije, o quise decir, es que encontramos la misma proporción de sinvergüenzas en las capas bajas o medias de la sociedad que en las más altas.

    Créame, señora, no tengo ninguna intención de pertenecer a ninguna de las dos Españas. Cuando he votado, lo he hecho a las izquierdas, aunque ahora, vistas muchas cosas, creo que me equivoqué de cabo a rabo y jamás volvería a hacerlo. Lo cual no significa que las derechas me caigan más simpáticas, ni mucho menos. Yo creo pertenecer de una tercera España. Una que rechace de plano los excesos del pasado y del presente, que supere unos y otros.

    Yo deseo la extensión de la excelencia por una razón muy sencilla, señora: porque en una sociedad democrática nada es más necesario que la existencia de votantes ilustrados y cultos que sepan defenderse de las artimañas de los políticos. O que sepan reconocer qué es bueno y qué es malo.

    Yo creo en la economía de mercado, pero con ciertos límites. El comunismo fue un fracaso. El capitalismo sin riendas también lo podría llegar a ser. Ya hemos tenido algunos sustos. En España seguimos en crisis y con el susto en el cuerpo. No soy nada entendido en economía. El mercado libre me parece adecuado siempre y cuando se arbitren políticas sociales para ayudar a aquellos desfavorecidos que se esfuercen por dejar de serlo (como decía en su blog mi amigo Desclasado). Las políticas sociales aplicadas aquí están inspiradas, muchas veces en manifiestas injusticias que deploro.

    Gracias a usted por participar. Estemos o no de acuerdo, celebro que usted se pase por este humilde blog y tenga a bien exponer su pensamiento.

    Saludos.

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  15. Sí, eso sí, le entendí mal. En esto sí estoy de acuerdo, sinvergüenzas hay en todas partes. Y lo entiendo… A mí tampoco me gusta que se regale a quién no se esfuerza pudiendo hacerlo, a quien entiende el poder y el deber, pero no quiere… porque ya hay quien le soluciona las cosas. Desde mi punto de vista, para que estas cosas no ocurran, lo primero, es que, al menos, una inmensa mayoría de funcionarios, políticos… realicen bien su tarea y esto… por ello no sé dónde está la injusticia más grande, dónde hay más favorecidos sin merecerlo. ¡Mucho tienen que cambiar las cosas!

    De acuerdo también en esto, señor raus:
    "Una que rechace de plano los excesos del pasado y del presente, que supere unos y otros."
    Y en esto:
    "Yo deseo la extensión de la excelencia por una razón muy sencilla, señora: porque en una sociedad democrática nada es más necesario que la existencia de votantes ilustrados y cultos que sepan defenderse de las artimañas de los políticos. O que sepan reconocer qué es bueno y qué es malo."

    En lo que diferimos es en los métodos para llegar a ello y en la idea de hombre, sociedad… pero hablando se entiende la gente. Muy alejados estaban muchos de los padres de la Constitución y...
    Gracias por sus palabras.

    Saludos

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  16. De nada, señora Anónimo. Habrá mucho de que hablar todavía.

    Saludos.

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